Cantarle a las milpas.

Si cierro los ojos cuando regreso a casa, todavía puedo escuchar la voz de mi apa cantandole a las plantas, como cuando en vida.

Dicen que de joven le hacía canciones a las muchachas, que de ahí le habíamos salido los nueve chamacos. Cantaba muy bien, mi apa, incluso de viejo. Mi vieja me decía que podía haber sido famoso, pero sabíamos que eso no le importaba ni le iba a importar nunca. Decía que aquí en su cachito de tierra ya tenía todo lo que quería.

Cuando lo empezamos a acompañar al campo nos quiso enseñar las canciones que le cantaba a las mazorcas, y yo nunca quise escucharlo. Se me hacía tonto. ¿Para qué le vas a cantar a las plantas? Ni que lo escucharan a uno. Pero él terco, no me oía. Solo se escuchaba a sí mismo y al viento.

Solo una vez recuerdo que haya faltado a caminar entre las milpas, aunque fuera nomas para cantarles, y fue la vez que se enfermo. Era muy sano, el viejo, pero los huesos se cansan y un día lo tuvimos que obligar a que descansara. Bueno, no se calló hasta que el mas chico fue a cantarle a las pinches plantas. Y así, hasta que se murió.

Yo andaba fuera, ya me había llevado a mi novia a la ciudad, pero cuando me llamaron me regresé y alcancé a tomarle la mano mientras moría. Los otros ocho ahí andaban también, y me dijeron que lo único que nos pedía era que le cantáramos a las milpas todos los días, como él le había hecho.

Bueno, nomas el chiquito le hizo caso. Ni tenía edad para pelearse por la herencia, pues le dejo el pleito a los grandes. Yo la verdad ni me quise meter mucho porque ya tenía chamba en la ciudad, pero escuché que se puso muy feo.

Después del velorio no volví por muchos años, hasta que me llamó el chiquillo. también se nos murió, muy joven. Me tocó cuidarlo ya cuando se puso muy malo y recuerdo que como mi apá, también me pedía que le fuera a cantar a las milpas, y cuando iba y nomas me hacía tonto se le subía la fiebre y lloraba como niño.

Bien locos los dos. Lo bueno es que ahora descansa con su viejo, el único hijo que le seguía el rollo.

Y como el viejo no nos había dejado vender las hectáreas, me tuve que quedar yo a seguir trabajando la tierra un tiempo, porque los otros, ni su sombra. Decían que estaba maldito, que lo mismo que había matado al viejo había matado al niño, y en cuanto se enfermó se pelaron.

Y pues que me quede. Los primeros meses si les cantaba; aunque no me acordara de las canciones, hacia el intento por respeto al muchacho. Pero ya después me dio flojera.
Pasaron tres días sin canciones cuando de regreso escuché un ruido muy feo, como cuando se revienta de vieja una sandía. Voltee y todo se veía parejo, pero a lo lejos unas milpas se habían tumbado. Se me hizo raro pero pensé que había sido un animal, y como un compadre me había dicho que había visto un puma pues me seguí regresando. Pero después escuche otro, y otro, y cuando me voltee me di cuenta que la tierra se estaba levantando, y que lo que se escuchaba era la tierra rompiéndose.

Pues me subí al tractor y me acerque por el camino. Se veía la montaña un poquito más arriba de las milpas, que ya llevaban varios meses, imagínese usted. Y me baje y me acerque más, y cuando estuve ya enseguida vi que lo que salía de la tierra era una mano.
No, y no era una mano así chiquita. Lo que se veía por encima de las milpas, todavía cubierto de tierra era nomas un dedo, dos dedos, cafés, como hechos de tierra maciza. Como escarbando desde abajo, fíjese. Nombre, yo que no rezo desde chico, me acordé del Padre Nuestro pero a putazos. Y justo cuando se me estaba calmando el corazón que se escucha otra vez la tierra quebrándose y sale toda la mano. Me tapo el sol, fíjese. Entonces me acordé del chamaco este pidiéndome que no le dejara de cantar a las pinches plantas, y que ahí voy como vieja a cantarle. Nombre, se me hace que hasta las mañanitas le canté. Ya para cuando me acordé de las canciones de mi viejo ya se calmo la madre esa y se regreso a la tierra. Me dio miedo volver a sembrar, ese pedazo ya ni lo piso.

Y pues que me quedé. Me traje a mi vieja que me sigue sin creer, pero ya le tocará cuando me muera. Sí, ya le tocará cantarle a las milpas.

Comentarios