Un sol naranja

Quizá es irónico que el mundo haya acabado antes de encontrarnos, o quizá sólo su destrucción causó que nuestros caminos se cruzaran. Como sea que fuera, cada que camino contigo por las calles rotas, saltando sobre huesos, cada que despertamos encima de un edificio porque nos dormimos viendo el atardecer, cada que encontramos un gansito que todavía no se vence, recuerdo que no me importa, que el mundo se puede seguir pudriendo siempre y cuando yo me pudra contigo.

Aún recuerdo la primera vez que te ví, el sol enredándose en tu pelo naranja, ambos escarbando por comida en la basura del mismo almacén. No sé que te hizo confiar en mí, pero desde ese día, entre dos, sobrevivir se volvió mucho más sencillo.

Desde entonces, vengan tormentas, llueva fuego, hielo, se inunden las calles hace tiempo abandonadas, nada me falta. A tu lado cualquier esquina se vuelve un hogar.

La gente se fue hace años, lo dejaron todo, asustados por el sol. Aún te preguntas porqué no te llevaron con ellos, pero pienso que fue lo mejor. Cuando vemos un sol del tamaño de un edificio hundirse en el horizonte creando espejismos, te aseguro que ellos se lo pierden. Se pierden del paisaje, y se pierden de ti.

Los animales se fueron después, escapando del calor. Tú dijiste que no tenía caso seguirlos, y aunque no me dijiste porqué, se que dentro ti te das cuenta de que no tiene caso. Que el calor eventualmente será inescapable. Quisiera poder decírtelo. Que yo también lo sé, y que aún así no me importa. Quizá es irónico que pasé toda mi vida intentando sobrevivir, y que al final me rendí para estar un ratito más contigo, echados a la sombra de cualquier escombro. Quizá tuve que dejar de escapar para vivir un ratito.

Comentarios