Tsunami
Si miro al horizonte puedo ver una banda blanca dividir el cielo azul del mar oscuro. Se que el tsunami nos va a alcanzar pronto, pero por alguna razón no puedo hacer que me importe.
Alrededor de mi la gente grita y llora, corre, chocan carros y bicicletas, es nuestro turno de sumergirnos y desaparecer de la faz de la tierra. En los últimos días otras islas han sido borradas bajo este mar nuevo, y todas siempre han pensado lo mismo, que quizá la montaña más alta sea lo suficientemente alta, que quizá cabremos todos en los barcos, que algun pais con mas dinero nos va a mandar un helicóptero para llevarnos, ¿a donde? Yo ya pensé en todas las alternativas. Todas me llevan a ti.
Siento un gran alivio de que no sigues aquí para saber lo que le está pasando al mundo. No puedo imaginarte junto a mi, no quiero ver el miedo en tus ojos, ni siquiera en ese pozo negro en el que se ha convertido mi memoria. Cuando falleciste no pude verte, me rehusé a ver tus fotos ni tus flores, ni el mar donde reíamos juntos, ni tu cuarto, ni tu casa. Sigo viendo la línea blanca del horizonte crecer, se me desenfoca la mirada, y mis pies me llevan sin que yo lo quiera afuera de mi casa, a mi bicicleta que por fortuna no se han llevado, y arranco cuesta abajo, en dirección al mar, contracorriente al caos que intenta escalar la montaña lo más rápido posible.
Mi mente sigue embotada, mis acciones son mecánicas, pero a mitad del camino me doy cuenta que me consume el pensamiento de no volverte a ver, y se a donde estoy llendo: hay una foto de ambos en tu cuarto, tu en mis brazos, con tus ojos tan azules, o tan grises, o tan verdes: me vuelve loco pensar que no recuerdo el color exacto de tus ojos, esos ojos donde me sumergí tantos días a tu lado, donde podía vivir y nadar y respirar: fuera del estanque de tus ojos me asfixio, y al intentar conjurar el color me desespero y me falta el aire.
La ola viene cada vez más cerca y cada vez hay menos gente: vivías cerca de la costa porque te encantaba el mar, me tiemblan las manos cuando abro tu puerta - sigo teniendo tu llave en el bolsillo, siempre, siempre - y apenas alcanzo a tomar el portaretratos cuando se me acaba el tiempo y el mar me toma en brazos.
Ya somos uno con el mar, y cuando miro hacia arriba, el sol se filtra por el agua salada, pinta el mar de verde, azul, destellos dorados. Claro, era este color. ¿Cómo podría olvidarlo? Suelto el portarretratos y me sumerjo en tu mirada por última vez.
Comentarios
Publicar un comentario