La sala de las muñecas.

-Mira nomás esta pendeja
-Ahí va otra vez con el imbécil este, bueno para nada, pedazo de -
-¿Otra vez? Mejor me vuelvo a dormir
-No, no, nada de eso, ven ya te perdiste de mucho. Y pásate las palomitas.
A regañadientes, la niña pequeña le pasó una bolsa de palomitas a la anciana, la mayor de todas ellas.
-Y siéntate aquí conmigo por si te tengo que tapar los ojos otra vez.
La chica de la pantalla se miraba al espejo.
-Seguramente se va a ir sin comer.
-No, mira, ahí va al refri.
-Nomás lo ve, siempre hace lo mismo. ¿Qué le andas viendo, mujer? Come algo o cierra la puerta, ni que no te cobraran la luz.
Las mujeres sentadas atrás se ríen, las más jóvenes de forma forzada.
-Que grosera es esa señora, abuelita
-Todas fuimos así, mi niña.
-Ya se va, por fin... ¡Vas tarde, morra meca!
-Hace como media hora al parque, apaguen las luces para echarse un sueñito, ¿no?
-Ay apágame la luz mijita por favor.
-Sí, abuela.
-¿Ven? Ella sí tiene modales. ¿Ustedes a su edad? Eran un desparpajo.
Risas. La que habló era apenas mayor que la chica de la pantalla.
-Nosotras le enseñamos todo lo que sabe, señora. Y a usted también. ¿Pero cree que esta pendeja le va a salir igual? Apenas tiene veintialgo y sigue con episodios.
-Así es, yo a su edad si me chingaba una hamburguesa sin-
-¡Cuál a su edad, si tú te mataste a los catorce!
-¡Cállate!
-Siéntense...
La voz cavernosa de la niña más pequeña de la sala, sentada como muñeca en una esquina, juntando polvo. Y el silencio.
-¿Qué necesitas, Primera?
-No le hables, la despertamos. Se va a enojar.
-Se me hace que ya se durmió otra vez...
La Primera volvía a mirar la pantalla, con ojos vidriosos. Las demás durmieron.
-¡YA LLEGÓ!
-Despierten a la nueva
-¿Tú crees que va a querer ver al pendejo este?
-¡Dejen de hablar de mí como si no estuviera!
-Mi niña... Si no quieres ver, te puedes ir. Te avisamos cuando se termine el día, o cuando llegue la nueva.
-No... Quiero ver. Necesito saber que no pude haber hecho nada.
Las demás se miraron entre sí, sombrías.
-¡Hola mi amor!
-¡Princesa! Te traje algo.
-Claro, siempre le trae algo.
-A mí me llevó rosas.
-Qué básica, a mí me llevó claveles.
-¿Se acuerdan que a esta niña le trajo de esas flores de dos pesos que ponen en los ramos como relleno?
-¡No te burles, están bonitas!
-Aw, estaba chiquita, déjala
-Silencio.
La pareja pasó un bonito día en el parque, hasta que se hizo de noche.
-¿Me permite acompañarla a su casa, princesa?
-¡Por supuesto!
La audiencia se quedó muda. Después la chica de la televisión sacó su teléfono.
-¿Bueno? ¿Quién habla? Ah, sí, ya voy para allá. Sí, ya se que ya esta oscuro, pero me va a llevar Ramón... Sí, el profesor, ya te había contado de él...
-¡Nueva, nueva! ¿Te llamaron? ¿Porqué no contestaste?
-No- no me llamó nadie...
Todas observaron cuando la chica giró para guardar su celular, aún apagado, sin batería desde hacía ya varias horas.
-¿Todo bien, princesa?
-Claro mi amor, ¿porqué no lo estaría?
-¿Qué fue eso? ¿Crees que te voy a secuestrar, o algo así?
Una risa atropellada, como si viniera de otro lado y no de sí misma.
-No fue nada mi amor, sólo me llamó mi compañera de cuarto. Dice que tuvo un mal presentimiento.

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