Parálisis del sueño

La neblina que se materializa alrededor de tus dedos
Apretando y disolviendo la carne como lluvia
El miedo
El filo frío de tus uñas corrompiendo la piel cristalina
Los gritos de cristal arañado
Y las marcas blancas de dedos en el cuerpo
El descenso
La lenta asfixia del sonido
Hasta que se ahoga hasta el silencio
Bajo el peso de los párpados
Peor, las visiones
Cuando la oscuridad no tiene la piedad de tenderse
Y tus ojos se congelan con el aire que se clava por debajo de los párpados
Las figuras que se forman justo fuera de la orilla gris del horizonte
Blancas, negras
Más cercanas
Hasta que sientes su respiración
Agitada
En tu cuello
Y su pelo
Que cae como agua
En tus sienes
¿Es mejor ver o imaginar?
El ruido blanco del dolor de tus quijada separándose
Por manos imaginarias, invisibles, frías
Dos, tres, cuatro
Manos de cristal que nunca acaban
Que traslapan el frío a tus huesos hasta fragmentarse
Hasta definir tu existencia en astillas de dolor y de descanso
Hasta que no queda más que los gritos
Los gritos
¿Son tuyos los gritos que te desgarran la garganta?
No se sienten como tuyos
No se escuchan
Solo duelen
Te das cuenta
Quizá muy tarde
De que te los estás tragando todos
Del ruido seco solo queda la tensión que amenaza
Con reventar los tendones desde tu pecho hasta tu cráneo
Quizá, secretamente, lo deseas
La paz blanca de reventar
Y después el silencio
Que la maldita canción, no importa el costo, acabe.

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